Adorable mundo, a vos te espío
El presagio de Virginia Woolf a través de ¨Una novela no escrita¨
ENSAYO
Eliana Tomassini
11/7/20256 min read
Por: Eliana Tomassini
Eliana Tomassini (Argentina, 1988) es egresada en Economía (UNMDP) y Magíster en Escritura Creativa (UNTREF). Escribe poesía y ensayo. Publicó el poemario Algún recuerdo de intimidad, por Alción Editora. Participó en varias antologías argentinas y algunos de sus poemas están incluidos en revistas literarias de Argentina, Uruguay, Venezuela, Chile, Perú, Colombia y París. En 2023 fue finalista de la III edición del Premio Internacional de Poesía de Fuente Vaqueros y fue elegida para realizar la residencia internacional de escritura en la casa artística Can Serrat, ambos de España. En 2024 fue convocada para formar parte del jurado de dicha residencia internacional.


Una brújula en el mapa incierto, una especie de ancla móvil. Un atajo. El deseo es imprescindible para la vida. Así el origen de los nombres. El momento del nacimiento de las palabras. Distancia y lectura. Búsqueda incansable de sentido. La traducción es en el fondo, muy cerca, intraducible. Será por eso que se escribe. Por el misterio que conversa con quien lee, sutil y valientemente, en ecos y vaivenes. Por el atisbo de nuestra voz en otra voz. Por el atisbo. Eso puede que sea la lectura. Un nunca llegar, un siempre ir yendo. Eso, el verbo escribir.
Toda escritura es una excusa para algo más, otra cosa. En principio aparece una obra, una autora sagaz que maravilla y suscita inspiración. Eso es: detrás y delante de estas palabras hay una gran admiración por la narradora. El cuento es la excusa para acercarme a ella y su lenguaje-mundo, aunque sea, un poco. Después, de nuevo: detrás y delante de este impulso particular está siempre la vida. Las ganas de vivir y los matices que nos ofrece el día a día, palabra tras palabra, vaivén tras vaivén.
Una novela no escrita es un cuento de Virginia Woolf que bien podría ser un ensayo poético sobre la escritura de una novela posible o, mejor dicho, sobre el acto de escribir en sí mismo. La voz que narra afirma: Toma lo que sea. Para luego decir: Lo aprendido como el conjunto de daguerrotipos inscriptos en la memoria. La voz se va adentrando en uno o muchos ánimos, y sólo importa, el ánimo y su esbozo. Lo aprendido marca así el indicio de algo más, una semilla latente bajo la tierra oscura de la mente y sus recuerdos, la literatura.
Ella insiste: La vida es lo que se ve en los ojos de las personas... El corazón se contrae y regurgita, mientras tanto, desde arriba, la carne desciende en cubos marrones y la cerveza en chorros, para mezclarse en la sangre. Entonces llegamos a los ojos...ahora el mantel. Es esa su voz que atrapa; esa agudeza existencial que resuena en su poética, delicada y densa. Esa gravedad puede hacer también que los ojos levanten la mirada. Porque Woolf amerita de tiempo, de respiros. ¿No es así el deseo? Lo que quiero me desafía. Me llama y da miedo. Pide un tiempo. Una, muchas dudas. Bienvenido sea el placer incómodo. La atracción gana. Woolf es crítica, pero en medio de esa densidad aligera con frases llenas de ironía que desinflan y colorean ese túnel de neblina turbia que es la atmósfera de su escritura. El momento se acerca, las fibras laten con fuerza, Niágara está aquí. ¡La crisis ha llegado! ¡Qué Dios te ayude! Baja las escaleras. ¡Coraje, coraje! Enfréntala. Las figuras a las que apunta y dispara y con las que ironiza son: El Dios, el príncipe, el presidente con su vara que es nada más y nada menos que un barrote, los hombres de ciencia, las señoras mayores que son las peores. La ironía no sería punzante y doblemente significativa sin el condimento esencial de su habilidad minuciosa para el detalle y su denuncia. Nada más y nada menos que una sutil denuncia feminista a principios del siglo XX. Voz que atrapa y libera. En cada descripción la voz que narra -acaso Woolf- imprime lo que ve, lo que imagina y establece magistralmente los nexos con lo único que siempre nos acompaña: lo de adentro. Ella dice: los detalles no tienen importancia, es lo que se lleva consigo, siempre sobre los hombros.
Virginia,
la poeta que escribió en prosa.
La feminista vanguardia de lo propio.
La voz cuyas voces interiores fueron presagio
de un mundo no lineal, mundo híbrido,
policromático y simultáneo.
En su cuento la voz que narra va y viene entre la realidad y la imaginación puesta en el relato. Esa es la máxima de su ensayo. Lo que le interesa es ese borde difuso entre una y la otra. El borde es lo que interesa. Lo difuso, la mancha, lo que se lleva consigo, el estremecimiento. Como la vida, la escritura. Al fin y al cabo, y en oposición de lo que esta era consumista de entretenimiento nos dicta y hace creer, lo que nos interpela nunca son las cantidades ni los hechos en sí mismos sino las subjetividades dentro de las personas que los viven y el acercamiento más o menos a nosotrxs. Perspectivas. Puntos de vistas. Sensibilidades. La forma y el fondo potenciándose, siendo juntos. Eso es primordialmente la vida y eso el regalo del uso estallado del lenguaje, el regalo que nos hace Woolf. Una revelación no consumada o cuasi consumada que es el efecto poético del que Borges habla en ¨Las murallas y los libros¨: La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético.
Intercaladas expone sus pistas y escribe: para hacer que los ojos se deslizaran del borde...Sí, sentada bien al borde de la silla...Amarrados a la orilla del mundo... ¿O cuál es el valor de la vida? ...El temblor de una mano...Todos los pecados caen, caen para siempre. ¿Cuáles?, pregunto. No interesa, responde ella. Lo que sea que hayas hecho, si lo hiciste, no me interesa, no es lo que quiero… La mancha los recibe. Está levantada, es roja, arde. Arde. Eso es lo que importa. Las figuras detrás de los helechos. Es todo cuestión de adornos y helechos, la voz manifiesta. Para exclamar con devoción entera: A ustedes, a ustedes, a ustedes... es a ustedes, figuras desconocidas, a quien adoro...a ustedes a quien traigo hasta mí... ¡Adorable mundo!
Cabe decir que esa realidad y esa imaginación son caras de una misma existencia, de un mundo interno propio donde importa la convivencia y la guerra de esa ficción y no ficción que es la mente y los sentimientos. Es por eso que en ese ir y venir, los yo también se mezclan. La autora, la voz que narra, el personaje creado, las figuras misteriosas oscilan en el mismo borde difuso y lleno de vitalidad. Pero cuando el yo le habla al yo, ¿quién es el que habla? se pregunta la voz que narra, se pregunta Woolf, se pregunta acaso el personaje Minnie March, la mancha y también yo que leo y ahora escribo; Lo más profundo del alma, el espíritu llevado a la catacumba central, respondemos al unísono. Y mientras tanto, unos cincuenta años antes, las palabras de Rimbaud siguen susurrando: Yo es otro.
De igual modo, la narradora en algunas oportunidades pide permiso para espiar a su personaje central. Ese permiso se lo pide a una tercera persona en singular, luego a una tercera persona en plural. Al principio, imaginé que era el juego de su voz con sus propias voces internas. Luego también, que esa persona u ente al que se dirige es justamente la mancha, luego los helechos, esas misteriosas figuras y también el lectxr al que son destinadas las palabras que escribe, que la rodean día a día y son su alimento y combustible, su adorable mundo, cada ser que lo habita. Déjame espiarla, Déjenme mirarla, nos solicita.
Hay que decirlo sin vueltas: Virginia Woolf se va de tema y todxs lxs que la hemos leído alguna vez lo sabemos. Se va, se va y, cuando menos se espera, vuelve. Porque en sí el tema por sí solo, repito, no interesa. Es su capacidad de lenguaje para nombrar lo intangible, de forma cotidiana e inquietante como la vida misma, lo que no tiene borde y nos es confuso, es decir: las emociones, pensamientos y sentimientos que a cada segundo nos atraviesan y configuran. Porque hacer visible y tangible ese engranaje de sensaciones múltiples y simultáneas es agotador, una experiencia cuasi enloquecedora y, por ende, de un coraje asombroso. Ella no es para cualquiera porque ella no es cualquiera. Como todo poema, su impronta inquisitiva busca alumbrar las singularidades de las que estamos hechos, hacernos estallar en nuestro más íntimo carozo.
A las almas que no se esconden de la búsqueda infinita e inefable que es la vida, que se animan a la locura diaria, exasperante y dulce de las horas, a esas mentes curiosas que no se dejan doblegar por una etiqueta, un hashtag, un contexto actual que anestesia lo singular y lo diverso. Aunque sea alguna vez, es menester espiar el mundo lleno de manchas, helechos, mar y olas que envuelven las voces de Virginia Woolf.
GIROS
Giros nace a comienzos de 2021, cuando la primera etapa de una joven cuarentena ya había pasado y sólo quedaba la incertidumbre de ver el mundo desde nuestras pantallas, un mundo en el que todo tenía una fecha de vencimiento cada vez más corta. Con la convicción contraria de la inmediatez y a partir de las obras de artistas sin los contactos necesarios para participar en los grandes medios, Giros publica su primera edición en febrero de ese mismo año.
Fundada por Gonzalo Selva (estudiante de cine), a los pocos meses se incorporan al equipo Joaquín Montico Dipaul (oriundo de Ingeniero White) y Gala Semich Álvarez (Licenciada en Letras).
Después de un año y medio Giros construye una comunidad y brinda la posibilidad a escritores, periodistas, ilustradores, poetas, fotógrafos de publicar sus primeras (segundas, terceras y cuartas) obras.
Giros busca ser un espacio para todo aquel que tenga algo para decir o mostrar.
El anacronismo nos convoca; el último tuit del influencer nos repele.
Seguinos en nuestro Instagram
© 2025. Todos los derechos reservados.

