El terror más perfecto
La casa de hojas hace pensar en la idea de invención. A alguien se le ocurrió todo esto, alguien pensó todo esto como una ficción. Mark Z. Danielevski se sentó, pensó una estructura de por lo menos tres partes y la escribió. ¿Cómo la escribió? ¿Cómo se le ocurrió todo esto? ¿Cómo es posible que alguien haya ideado una cosa como La casa de hojas?
ENSAYO
Gala Semich Álvarez
3/23/20227 min read


Son pocos los libros que hacen pensar en el momento de escritura. Vemos una película o leemos un libro y no pensamos en esa situación en la que alguien escribe o alguien filma. Si lo pienso un segundo es obvio, pero al mismo tiempo me sorprende darme cuenta de que en una película ninguna de las situaciones son reales, por lo menos comparándolas con lo que colectivamente, más o menos, llamamos realidad. Lo sorprendente no es específicamente darse cuenta de eso porque todo el mundo sabe que los actores son actores. Pero el cine logra que por un rato nos olvidemos de eso. Nos emocionamos con la muerte de alguien inexistente fuera de las reglas de una película o nos reímos con una caída en la calle planificada. Nos identificamos con personajes, queremos que formen una pareja. Nada de eso está pasando. Muchos de los espacios están hechos en un estudio: fuera del campo que toma la cámara pueden verse luces, micrófonos, cables, botellas de agua, productores, otros actores, hasta el mismo director de la película. La cámara elimina todo eso y aísla la imagen para que parezca real. El efecto que genera es que nos olvidemos que todo lo que está pasando no es más que algo artificial.
La casa de hojas hace pensar en la idea de invención. A alguien se le ocurrió todo esto, alguien pensó todo esto como una ficción. Mark Z. Danielevski se sentó, pensó una estructura de por lo menos tres partes y la escribió. ¿Cómo la escribió? ¿Cómo se le ocurrió todo esto? ¿Cómo es posible que alguien haya ideado una cosa como La casa de hojas? Veo a Mark Z. escribiendo, pensando en el único libro de terror que realmente me hizo sentir terror. Stephen King es un genio, un escritor como pocos, fanático de la escritura y de los libros, pero sus libros no dan miedo. No dan el miedo que da La casa de hojas. El miedo de La casa de hojas es el miedo de saber que en cualquier lugar se está desprotegido, inseguro. El miedo es mayor porque la novela transcurre en una casa, no en un lugar fantástico o sobrenatural, que no podemos relacionar con nuestra realidad. La casa es un espacio básico de la vida diaria. Es difícil resumir La casa de hojas porque su estructura es muy compleja y tiene muchas partes. Digamos que hay tres personajes importantes: el primero, Johnny. Un tatuador con muchos problemas. El segundo, Zampano. Un señor raro y misterioso. El tercero, un fotoperiodista, Will Navidson. Johnny encuentra un manuscrito en la casa de Zampano cuando este señor misterioso se muere. El manuscrito es muy extraño. Tiene muchísimas anotaciones, algunas páginas quemadas, cosas tachadas… Al lado del manuscrito hay un baúl negro. El manuscrito es un análisis sobre un documental, El expediente Navidson, filmado por Will Navidson. En el documental, Navidson se muda con su esposa y sus dos hijos a una casa en Virginia. Al principio, como en todas las películas de terror, está todo más o menos bien. La casa es grande, está en perfectas condiciones y parece que Will y Karen van a lograr lo que se propusieron: salvar la pareja. Pero las cosas empiezan a ponerse raras cuando Navidson encuentra la primera de muchas anomalías: la casa es seis milímetros más grande por adentro que por afuera.
¿Qué significa que una casa sea anómala? Una anomalía me hace pensar en una enfermedad, algo que sale cuando no debería salir. Un cáncer. Un tumor maligno. Si una casa es anómala, es porque debería ser perfecta, o por lo menos seguir determinadas reglas previamente establecidas. Una de las tantas reglas que esta casa no sigue es la de la física. Una casa no puede ser más grande por adentro que por afuera. Es espacialmente imposible. Doctor Who toma la misma idea y hace que la TARDIS (la nave espacial del Doctor) sea más grande por adentro que por afuera. Pero en Doctor Who la TARDIS no da miedo, porque el recurso se exagera. La TARDIS es mucho más grande por adentro que por afuera. Nadie se pregunta por qué pasa una cosa así, simplemente se la mira maravillado, maravillada. Lo que genera terror en La casa de hojas es la sutileza: son seis milímetros. A la vista son imperceptibles. Para encontrar esa anomalía, hay que buscarla. Que haya que buscarla es más terrorífico todavía, porque si no se la encuentra, está ahí, siempre, en una casa en la que pasa algo muy raro pero de lo que nadie se entera. Es como esas películas de terror en las que los espectadores ven al monstruo, a la presencia, al fantasma atrás del protagonista pero el protagonista (todavía) no.
El terror de La casa de hojas no viene de un monstruo sobrenatural. Es mucho más perfecto e inaccesible. Un monstruo tiene, siempre, una falla: se deja ver. Cuando el monstruo se deja ver, es vulnerable, porque se lo puede matar, hacer desaparecer, convertir en otra cosa. Pero en La casa de hojas no hay nada que enfrentar. ¿Se puede enfrentar a una casa? ¿Cómo se enfrenta una anomalía de seis milímetros? La casa tiene siempre una ventaja. La anomalía de los seis milímetros está ahí: es increíble, sí, pero Navidson mide, mide y mide y sabe que tiene razón. Las leyes de la física no mienten, pero aparentemente sí se modifican. Existen, pero de distintas formas. La anomalía es inaccesible porque la física en general es inaccesible. Se puede estudiar, pero hay un punto al que el entendimiento humano no llega. Podemos entender muchos fenómenos que pasan en el planeta y otros muchos en el espacio exterior, pero en algún momento nuestra capacidad de razonamiento se agota. Nadie entiende bien por qué pasa lo que pasa en los agujeros negros o por qué el universo tiene la composición que tiene. Danielevski hace eso mismo pero lo traslada a un espacio cotidiano, la casa. Usa algo en el fondo incomprensible como la existencia del espacio y lo modifica hasta tal punto de hacerlo más incomprensible todavía.
Navidson descubre, un poco más adelante en la novela, que entre la habitación que comparte con su mujer y la de los chicos apareció un pasillo. Lo más raro es que el pasillo de afuera no se ve. Solo de adentro. Karen se asusta, pero Navidson no. Es curioso, quiere entender. A pesar de que su mujer le pide que no se meta ahí, Navidson no le hace caso: en algún momento, mientras ella duerme o no está atenta, entra al pasillo. Hace mucho frío y el pasillo es muy largo. “Viste que no pasa nada” dice Navidson, mientras graba. “Es solo un pasillo”. La idea de la novela es esa: Navidson saca fotos y graba para después convertir todo eso en documental. Pero claro, no es solo un pasillo. El pasillo se bifurca. Aparecen más pasillos, más puertas, más cuartitos chicos y fríos. Volver es muy difícil porque la dirección ya no importa, importaba un rato atrás pero ahora lo único que hay son pasillos, pasillos, cuartos, frío, oscuridad. De alguna manera milagrosa, Navidson logra encontrar el camino de vuelta a la casa. Se encuentra con su hija Daisy, que le dice: “papá, he tenido una pesadilla horrible”.
La novela avanza y los personajes exploran la casa. Encuentran una escalera de caracol que los lleva a más pasillos, más cuartos. La casa se expande, se hace todavía más grande, más oscura y más fría. Los personajes bajan, o suben, ya no importa. Una película de terror cualquiera que busque cerrar la historia o darle algún tipo de explicación a la anomalía de la casa haría aparecer cuerpos de exploradores anteriores, monstruos o mostraría un psicópata que controla las paredes de la casa para atormentar a quienes vivan ahí. Pero nada de eso pasa. No hay ninguna explicación para esta casa imposible de entender. La casa simplemente está ahí. Hay un gruñido que Zampano considera una consecuencia de los cambios de posición de las paredes y de los cuartos. Más allá de eso, la casa es perfecta en su anormalidad. No hay textura en las paredes. Son lisas, blancas, frías. Es imposible de entender porque rompe la regla básica del laberinto. Para llegar al Minotauro hay un camino. Es difícil, largo, es necesario el hilo de Ariadna, pero el camino existe y es posible encontrarlo. En la casa de La casa de hojas no hay un camino, porque no hay un lugar al que llegar. La casa es el lugar. Los personajes quieren volver pero los pasillos se mueven, y como son miles, recordar las direcciones (derecha, izquierda, izquierda, izquierda, derecha, ¿o era izquierda y izquierda de nuevo?) es imposible. La casa se come el hilo de Ariadna, las linternas, las armas.
Todos sabemos que la TARDIS es irreal, que es imposible que exista algo así. El recurso de “más grande por adentro” en Doctor Who es tan exagerado que genera asombro más que miedo. Pero el terror que da la casa de La casa de hojas viene de la estructura misma de la novela. Las tres líneas del argumento, representadas por tres personajes, a veces alejan la vista del objeto, a veces la acercan. Una cámara que hace zoom in y zoom out hace a la historia pretendidamente más objetiva. La objetividad acá aumenta el terror, porque el análisis tan académico que hace Zampano de una película que no existe, como dice Johnny en la introducción, con entrevistas y citas de especialistas, hace parecer que la casa, en cambio, realmente sí existe con todas sus anomalías y sus terrores escondidos. Ningún académico se pondría a analizar tan minuciosamente algo que no existe. Pero mi lectura es que Zampano inventó todo. Que ni Will Navidson ni la casa de Ash Tree Lane existen ni siquiera en ese universo creado por la novela. El terror entonces no viene de algo real sino de algo imaginado, que lo hace todavía más perfecto e inaccesible, porque en la imaginación puede pasar cualquier cosa, como bien entendió Al Alvarez en su ensayo La noche. Zampano inventa algo dentro del universo cerrado de La casa de hojas. El expediente Navidson es ficción dentro de la ficción.
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