Estado ahí / No necesito

POESÍA

4/26/20242 min read

Por: Ema Gew

Estudia cine en la UNA, toca el bajo en el Sofisma del Yo, escriba desde muy chica y su autora favorita es Mariana Enriquez.

Estado ahí

quería escribir algo en torno a un verbo, pero ya no me lo acuerdo,

casi como si nunca hubiera estado ahí;

de la misma manera en que me decís "ya no olés a vos"

mis verbos se ahogaron.

ya no olés a vos misma, ahora sos otra cosa

y ni siquiera puedo acordarme cómo era antes:

sin tener lugar en el imaginario la posibilidad de que alguna vez cambiara

ahora se siente firme, porque sé que no existe nada para hacer al respecto

firme e inamovible

firme e imposible

firme e irremediable

firme y muerto.

muerto, con el pelo seco, las uñas ennegrecidas, la piel succionada para adentro y las

pupilas apagadas sin interruptor

mis verbos suspendidos para siempre bajo el agua, sin aire en los pulmones

mis verbos con los que ya no puedo escribir

mis verbos con el pelo seco, las uñas ennegrecidas, la piel succionada para adentro y las

pupilas apagadas sin interruptor.

mis verbos, no sé si no se acuerdan o nomás les duele demasiado

cómo se dice hacer falta y estar enrarecido al mismo tiempo

"me hace falta y me enrarece que ya no huelas a vos",

me decís,

a vos también se te olvidaron las palabras.

y yo contesto

“me hace falta y me enrarece que ya no estés"

casi como si nunca hubieras estado ahí.

No necesito

Yo no necesito hablar de esas cosas

puedo dejar que repten dentro mío en silencio.

Porque son mías

en secreto, porque son mías

no necesito que otros las veas, otros las toquen, otros las cambien, otros las arruinen

yo me trago el silencio de esas cosas

las que son mías,

me embebo de ellas y no necesito hablarlo, decirlo, escribirlo y que esté al alcance de todos

y cualquiera.

Prefiero no, que se queden adentro mío:

son mías, yo soporto cómo se siente que se muevan abajo de mi piel, soporto su peso y

soporto su secreto.

No necesito compartirlo

No necesito hacerlo de otros

no es un grito en el pecho que sólo espera a ser expulsado,

titilando con ansiedad,

buscando salir y encontrarse con algo más

que mi sangre y mis órganos.

Son mudas, mis cosas;

se mueven en silencio por mi cuello y por mi espalda,

no necesito hablar de ellas,

arrancarlas de mí y dárselas de

comer a otros para que no dejen ni

las migas.