Febo, de Sol Traverso
"En Febo, el sol quema, quema de verdad. La vida cotidiana es de noche. De día hay que dormir porque salir es muy riesgoso, una forma fácil de morir si no se está usando el traje adecuado. El sol quema la piel, arruina las retinas, pero también hace que los chicos nazcan anémicos, raquíticos, grises".
ENSAYO
Gala Semich Álvarez
9/7/20243 min read


Febo, de Sol Traverso, escritora y estudiante de la UNA nacida en el 2000, es la última publicación de "Espacio negativo", la colección de novelas de ciencia ficción de El gato y la caja.
"La muerte cambiaba las cosas de lugar” es la frase que se hará paulatinamente eje de la novela. La sentencia es concreta, y apunta a una descripción espacial sobre los efectos de alguien que muere, pero también a una reflexión sobre la muerte en todas sus implicancias. No es solo el hecho de cambiar un cuerpo de lugar para hacerle una autopsia, o velarlo. La muerte también cambia las rutinas y, en el mundo que plantea la novela, de una manera drástica, contraintuitiva y hasta antinatural. En Febo, el sol quema, quema de verdad. La vida cotidiana es de noche. De día hay que dormir porque salir es muy riesgoso, una forma fácil de morir si no se está usando el traje adecuado. El sol quema la piel, arruina las retinas, pero también hace que los chicos nazcan anémicos, raquíticos, grises. La novela en ese sentido plantea una especie de dualidad o tensión entre causas y consecuencias: ¿es la muerte la que genera todo esto, o es quizás un poco al revés? Si el sol quema, hay que vivir adentro, o construir viviendas subterráneas. Pero las consecuencias de vivir adentro se muestran también en el cuerpo.
Hay otro aspecto que gira en torno a esta frase y que corresponde al hecho que da inicio al libro. En las primeras páginas, la protagonista escucha un grito de una mujer que aparece en la calle frente a su casa y se saca el traje que la protege del sol. Pía corre a ayudarla, pero no puede hacer mucho. Esa mujer se suicidó justo en ese lugar, y no será la única, sino la primera de muchos. Poco tiempo después, la madre de esta primera víctima, “la quemada”, como se la nombra en la novela, aparece en el mismo lugar. Sus razones no están bien claras: “[la muerte] había puesto a esa mujer ahí, y ahora todo era suyo, todo: el sitio, la vereda, el árbol con su farol; ella reclamaba ese espacio con las dos piernas que clavaba en el suelo y la mantenían parada”. La muerte, la muerte de un ser querido, la muerte de otro, hace que territorios desconocidos se conviertan no necesariamente en conocidos, pero sí en aparentemente inevitables. Esa mujer, sea cual sea su motivación, tiene que estar ahí.
La ciencia ficción suele presentar un mundo nuevo, o uno conocido transformado. El “problema” es que ese mundo nuevo sea creíble. Como lectores tenemos que formar parte de un pacto de lectura; pero las costuras que forman esa nueva forma de vida tienen que verse lo menos posible. ¿Cómo no caer en los lugares comunes de las descripciones, de las explicaciones de enciclopedia que, es cierto, son las formas más fáciles de que el lector entienda qué está pasando, pero al mismo tiempo estéticamente insulsas? Hay un pasaje en el que la protagonista de Febo se pone a estudiar: momento ideal para darnos información. Pero la manera en que esta información se explicita en el texto no es simplemente funcional. No está ahí para hacernos saber algo del mundo y que la historia avance, como si fueran solo coordenadas en un mapa, un dato duro, sino que está desplegada de manera inteligente y hasta solapada. Esa información (que los humanos puedan vivir debajo de la tierra) está ahí porque se relaciona con algo que le pasa al personaje: hay una conexión entre el mundo, el personaje, y esa conexión está hecha explícita en la escritura: “La sorprendía con qué insistencia habían clavado sus palos en el suelo, metido las vigas, los techos, las luces y el aire, empujado las paredes inferiores del mundo para crearse espacios y meter sus cosas, sus casas, sus cuerpos y sus hijos bajo tierra”. Escribir ciencia ficción no es intrínsecamente más difícil que escribir poesía o un cuento realista. Quizás simplemente conlleve otros desafíos, como la vida (y la muerte) que propone el mundo de Febo.
Sol Traverso, Febo, El gato y la caja, 2024, 135 págs.
Arte de portada: Alicia Álvarez (@aliceporcelana), acuarela sobre papel.
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Fundada por Gonzalo Selva (estudiante de cine), a los pocos meses se incorporan al equipo Joaquín Montico Dipaul (oriundo de Ingeniero White) y Gala Semich Álvarez (Licenciada en Letras).
Después de un año y medio Giros construye una comunidad y brinda la posibilidad a escritores, periodistas, ilustradores, poetas, fotógrafos de publicar sus primeras (segundas, terceras y cuartas) obras.
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