La literatura surge en circulación: una entrevista a Cecilia Fanti
"La literatura no es obsoleta, nunca va a ser obsoleta, tiene un poder de actualización".
ENTREVISTAS
Gala Semich Alvarez
10/22/202126 min read


Revista Giros: Para empezar si querés nos podés contar un poco sobre la librería, cómo surgió...
Cecilia Fanti: La librería surgió como realidad en 2017 y se plasmó muy rápido. Céspedes existía como proyecto chiquitito como librería-galería, que había abierto en octubre de 2016. Y yo en julio, trabajando en Random House, me entero de que la dueña la va a cerrar. Desconozco los motivos, pero me cae como un rayo, como una señal de decir "acá hay algo". El mundo de la literatura es pequeñito, como que estás a una o a dos personas de distancia de llegar a otra. Entonces tenía dos amigas que conocían a la dueña de distintos lugares. Les pedí si me podían pasar el contacto y ese mismo día a la tarde la llamé por teléfono y le dije "me encantaría comprarte la librería". Ella no la había ofertado al mercado, no es que ella tenía otros potenciales compradores. Fue muy fluido, ella la verdad es que tenía muchas ganas de cerrar ese ciclo y yo de empezar uno nuevo. El dueño estuvo de acuerdo. Renuncié y en agosto abrí una librería pelada, me animé a abrir y que se fuera armando mientras estaba abierta. Me jugó a favor venir de la industria, entonces lentamente la librería fue teniendo mayor diversidad de catálogo, mayor cantidad de editoriales, pero el primer año de Céspedes fue de mucha expansión porque estábamos en el grado cero. Fue un poco sorprendente para mí, porque cuando abrí la librería agarré todo tipo de trabajos, de corrección, de jurado de concurso, mucho trabajo freelance porque tenía mucho miedo.
Yo tenía una hipótesis muy fuerte: la literatura sí vende y bien comunicada encuentra sus lectores. Yo no sabía cómo funcionaba el barrio porque yo no era de este barrio en ese momento. Fue un gran aprendizaje, el barrio nos adoptó muy rápidamente y nos empezamos a convertir en parte del circuito. En una librería vos nunca querés que el cliente se vaya, en el sentido de que no es un lugar al que vos venís a cumplir un objetivo y te vas. Funciona con una lógica de paseo, de conocimiento, de reconocimiento, de recorrido. Empezás a conocer y a armar como una ficha de ese lector que es un cliente, que lentamente se va convirtiendo en un amigo, pero fue muy lindo ver que eso a lo que yo había apostado efectivamente funcionaba. La gente conocía nuevos escritores; ahora quizás tenemos un poquito más de literatura comercial, también porque hay cosas comerciales que están buenas, y también por una cuestión de bibliodiversidad. Pero en ese momento el espacio era realmente muy acotado, las posibilidades monetarias también, entonces también fue lindo eso de ir encontrando nuevos lectores. Que alguien que venía a pedir un mega bestseller policial vos lo llevaras a un policial quizás de un autor no tan conocido, o quizás algo más clásico. Siempre la clave estuvo acá en la recomendación y que alguien se llevara algo, exactamente lo que venía a buscar o fuera una opción alternativa.
RG: Sobre todo en las librerías de barrio, y ahora con todo lo independiente, hay como una cercanía entre lectores, editores, escritores, libreros, en la que vos podés venir y decir "me quiero llevar tal libro" pero por ahí la librera viene y me recomienda otro, y digo "ah, mirá qué bueno". Hay una cercanía muy genuina que viene de los intereses comunes de todos.
CF: Yo siempre digo esto: nosotros trabajamos en una industria en la cual los bienes que consumimos tienen un valor monetario y un valor simbólico. Y lo que nos une es sobre todo ese valor simbólico, esa apreciación que no es tangible en dinero, y que genera esa forma de sentir en común. A mí nada me da más alegría y envidia que cuando alguien se lleva por primera vez Claus y Lucas, porque digo "no puedo creer que alguien todavía no experimentó esto", y lo va a experimentar y me acuerdo lo que yo sentí cuando leí por primera vez Claus y Lucas y digo "yo nunca más voy a sentir eso", porque es algo muy único, y a la vez digo "qué bueno que te vas a llevar esto". Buenos Aires es donde está la mayor cantidad de librerías, pero ahora progresivamente cada ciudad va teniendo su pequeño rincón literario, entonces están surgiendo nuevos proyectos que apuestan a un modelo de librería independiente, literaria, curada, cuidada. Tandil, Tucumán, Misiones, Córdoba, Rosario, Entre Ríos tiene una chiquita muy linda que surgió en pandemia. Mi expectativa es que eso crezca, porque realmente creo que federalizar la literatura es que cada lugar, que cada pueblo, que cada ciudad tenga su pequeño espacio donde poder consumir esa literatura de circuitos independientes. Es muy difícil, por una cuestión logística, de costo. Los libreros, distribuidores, editores tenemos la responsabilidad más grande de ver cómo se logra eso. Buenos Aires siempre tuvo como esta cosa de la librería de barrio, de librero viejo. Pienso en Norte que era de Héctor Yanover, que ahora está Débora que es su hija, pienso en Notanpuan que tiene cuarenta años, los Pérez Morales son una familia que siempre fueron libreros. En Notanpuan pasó Saer, el otro día Norte subió una foto en la que está Cortázar. Hay una tradición muy grande librerías y de libreros.
Pero todos los consumos en los últimos veinte o treinta años atravesaron algo más líquido, para decirlo en términos de Bauman. La modernidad líquida afectó todo, entonces hubo cierta obnubilación por las grandes cadenas, la vida en el shopping. Ayer justo recibí un mensaje en Instagram que decía "leí tus libros, me encantan, qué bueno lo que hacés, lo que recomendás. Uno siente una cercanía con eso, es algo más humano; eso que podría ser una barrera a muchas librerías nos jugó a favor porque aprendimos la manera de contar una historia de cercanía en la cual lo que es más importante de todo esto es que nosotros somos personas los que hacemos esto, los que decidimos los libros que están acá, los que procesamos esas ventas, los que armamos y sellamos el paquete, los que recomendamos. No es lo mismo ser librero que vender libros. No es lo mismo tener una librería que tener un supermercado de libros. Son modelos de negocio distintos, conviven, funcionan. Vos cuando vas al super ves una pila enorme de jabón Ariel líquido con letras rojas y decís "ah, jabón, sí, me tengo que comprar jabón". Agarrás el jabón, vas a la caja y comprás. En una gran cadena, vos en general pasás por la puerta y ves pilas, entonces decís "ah, sí, la pila". No es cantidad contra calidad, porque los libros que están acá probablemente estén allá, pero distribuidos de otra manera. Entonces hay algo ahí de la lógica de supermercado, que funciona muy bien para un segmento de libros determinado, que son los libros más comerciales de todos, quizás con una vida más corta y los libros que les interesan a los grandes grupos editoriales, que son aquellos libros que venden mucho en poco tiempo. Los grandes grupos tienen fondos increíbles y a autores como Saer, Hemingway, Virginia Woolf, Flannery O'Connor, Liliana Bodoc. Tienen este modelo en el cual esa venta muy grande en un período corto les sostiene la edición de otros libros de escritores más desconocidos. Ahora, la pregunta es: ¿qué preferís, un libro que venda tres mil ejemplares en dos meses y que desaparezca o un libro que venda tres mil ejemplares en dos años y que esté en ese período de tiempo en la librería, en boca de los lectores, circulando? Son distintas concepciones. Los libros que son pensados para vender mucho en poco tiempo no resisten eso. Un libro de actualidad política en seis meses quedó viejo. Y eso es un poco opuesto a la literatura, porque la literatura no es obsoleta, nunca va a ser obsoleta, no cae en obsolescencia, y tiene un poder de actualización. Por eso estamos leyendo Claus y Lucas hoy y nos estamos fascinando. Por eso leés el Facundo el día de hoy y es un libro fascinante.
Esto es raro decirlo porque la pandemia tuvo un montón de consecuencias espantosas, sobre todo muertes, cierres y negocios y demás, pero a los negocios de barrio nos hizo mucho bien, porque volvió un poco más consciente el recorrido en la cercanía. Nosotros teníamos vecinos que vivían a la vuelta de la librería y no sabían que la librería existía. Entonces se levantaban, se iban caminando, pasaban por Florida 340, por cualquier librería de gran superficie de calle Florida, agarraba un libro y consumía de manera distinta. Nosotros ganamos esa clientela. El desafío es en gran medida sostenerla, poder darle el servicio que damos los libreros, que es recomendar, acompañar, encontrar el libro adecuado para cada lector. Los clientes de las librerías de barrio tienen eso, yo lo viví como jurado en el premio a la Librería del Año; cómo cada persona hinchaba porque ganara la librería que quiere o la librería a la que le compra o los libreros a los que conoce. Naturalmente es un vínculo comercial, las librerías vendemos algo y ganamos dinero con eso, poco pero ganamos dinero, pero tiene, así como el libro, todo otro valor simbólico que para nosotros es fundamental.
RG: Me quedé pensando en lo que me decías de la lógica del supermercado y cómo en las librerías de barrio es una suerte de paseo en el que vos venís, mirás. ¿Cómo trataste de compensar eso, esa sensación de paseo y de relación con el librero en pandemia?
CF: Fue un desafío. Desde el principio la directiva fue clara. Nosotros no usábamos WhatsApp, nosotros empezamos a usar WhatsApp la primera semana de marzo en la cual en algún lugar de Europa había llegado un bicho de China y nosotros creíamos que nunca iba a llegar y más o menos estaban viendo si había un contagiado o no. Dije: “pongamos WhatsApp por las dudas, adelantémosnos". También está ahí la lógica del barrio: el WhatsApp de la librería era mi WhatsApp. Lo que ocurrió es cierta explosión de esa línea de WhatsApp, pero también una certeza de que nosotros íbamos a seguir trabajando como trabajamos en la librería. No vamos a sacarnos al cliente de encima, vamos a pedirle que nos tenga paciencia, que ya vamos a llegar a su mensaje, y vamos a prestarle la atención que tenemos que prestarle, romper esa brecha. Nos tomamos el tiempo, y fuimos como recavando una serie de videitos recontra caseros, poníamos el celu y mostrábamos el libro. Sabíamos que ese soldadito nos servía para otra batalla, entonces empezamos a tener nuestro reservorio de imágenes que nos aceleraron y dinamizaron ciertos procesos, y que nos ayudaron a comunicar el libro lo mejor posible. Los audios nos jugaron a favor, para decir "bueno, tengo estos tres libros, te cuento un poquito de cada uno y vos vas decidiendo". Nos quedó el tono de la voz pero perdimos la gestualidad, el cliente perdió la posibilidad de hojear ese libro. Muchas veces pasa que alguien espera que un libro sea más gordo, o más corto, o que no le gusta el papel o la letra, y eso no se compensa en la virtualidad.
Después pensamos cómo rearmar el concepto de vidriera, para que la gente pudiera ver y conectar con la librería. Después capaz nos escribían y nos decían "pasé por la librería, vi tal libro, me tienta". En agosto del año pasado hubo de nuevo un cierre total, entonces diseñamos una serie de kits de supervivencia, le bajábamos un poquito el precio, lo permitido por la Ley del Libro. Lo llamamos kit de supervivencia porque estábamos en plan "nos quedan quince días encerrados" entonces llevate estos libros. Hicimos acuerdos con la vinería del barrio, con la birrería del barrio. La FED el año pasado fue virtual, entonces las editoriales fueron seleccionando librerías y trabajamos con sus catálogos. Nosotros desde un poquito antes de la pandemia con un grupo de libreros teníamos un grupo de WhatsApp, después hubo un grupo más grande. Fue muy enriquecedor para todos al día de hoy. Nos hemos prestado libros en momentos en los que se duplicaban ventas. Nos dimos mucho apoyo y fue muy importante, porque el año pasado fue de trabajar muy solos, incluso acá en la librería. Rara vez éramos dos, a veces era uno solo. En la otra, la chiquita, siempre era uno solo porque estar dos ya era un peligro enorme. Y en el medio de todo estuvo la mudanza, cierta perspectiva de que íbamos a volver a abrir en algún momento. Así como estábamos la librería no podía abrir. Nosotros trabajamos entre cajas y pilones de libros, era imposible circular. Era un día en que abrí la puerta y dije "nosotros jamás vamos a poder abrir este local de nuevo al público, nunca más, no lo vamos a lograr porque no hay lugar donde meter este material". Los 20 mts cuadrados no son de goma, son 20 mts cuadrados. Entonces ahí surgió la idea de cómo hacer para pegar el salto, animarnos más allá de toda la implicancia financiera que tuvo, crecer sin perder el espírituo de la librería, y creo que lo logramos bastante.
RG: Ya que hablás de esto de animarse sin perder la esencia, me acuerdo cuando hablabas de este mito de que la literatura no vende. Yo creo que en los últimos años toda esta explosión de la cultura independiente un poco ayudó a decir "mirá, la literatura vende", y además se escribe literatura. Miles de editoriales independientes ayudan a visibilizar autores nuevos, formas nuevas que las grandes cadenas no lo hacen. Entonces me parece que todo eso ayudó a derribar ese mito.
CF: Sí, hay una emergencia muy grande y constante. Todos los años aparecen nuevas editoriales con propuestas interesantes. Algunas, como todos los proyectos autogestivos, perecen en el camino. No llegan a armar catálogo porque es muy difícil y generalmente cuando uno tiene una editorial independiente tiene otros trabajos para sostener ese proyecto estético. Pero sí asistimos a una profesionalización muy grande de editoriales que quizás surgieron por la década del 2000. Pienso en Mansalva, Blatt & Ríos, Entropía, Bajo La Luna. Y no es que se profesionalizaron y consiguieron lectores, se pudieron profesionalizar porque había lectores esperando esos libros. En un momento el mercado y el modelo de negocio les exigió a los grandes grupos otro tipo de libro, un libro que se manejara con otra lógica, y fueron perdiendo eso que de a poquito, tengo la sensación, van recuperando. Todos los meses Tusquets saca libros de autores contemporáneos, lo mismo Literatura Random House o Lumen. Tenés esos mojones contemporáneos dentro de los catálogos, porque las editoriales independientes les dejan la vara alta. Hay un montón para mejorar, esto no es "uno bueno, el otro malo", es mucho más complejo. En el medio hay cuestiones contractuales, de adelanto, de posibilidades de distribución que a veces las pequeñas no tienen y que las grandes sí, al menos en los papeles. La profesionalización del segmento independiente no podría haber pasado sin lectores. A mí me resulta muy raro que un no lector pueda trabajar en este rubro. En las grandes estructuras hay personas que no leen. Y que al mismo tiempo no tienen realmente ninguna curiosidad por entender qué es lo que le pasa a un lector con un libro, con la salida de una novedad o de un libro de su autor favorito. Y no digo su autor favorito el youtuber del momento con un millón de ejemplares, digo su autor favorito el poeta que publica una novela, con una tirada de tres mil ejemplares.
Esta anécdota en su momento me hizo mucho daño, pero también me marcó mucho, porque esto también es un mundo ideal: el mundo no es ideal. Alfaguara acababa de comprar los derechos de Bolaño, lo cual era un gran suceso, principalmente porque la obra completa de Bolaño no se conseguía hacía años. Entonces vino una chica de marketing con Los detectives salvajes y me dijo "qué libro gordo, ¿no?". Yo dije "claro, si todo lo que tiene para decirme de Los detectives salvajes es que es un libro gordo, es que ni siquiera googleó". Ahora tenemos Google, pero veinte años atrás si vos no sabías quién era Bolaño tenías que tener un jefe que se tomara el trabajo de sentarse con vos y contarte. Yo tuve esos jefes guías. Mi primera jefa en Random fue Florencia Ure, persona que me enseñó a trabajar de manera responsable y profesional, y cómo uno tiene que entender lo que no entiende y aprender. Pero después el problema radica en que esa persona va a comunicar ese libro, sobre el que no tiene nada para decir porque no lo conoce y no le interesa conocerlo. Ahí se establece una de las cosas más importantes vinculadas con la literatura, que es cómo se comunica esa literatura. Por eso Flavia Pitella recomienda un libro en la radio, empezás a mirar el carrito de la venta online y automáticamente decís "habló Pitella en la radio". Ahí a favor de las editoriales pequeñas y medianas se juega que tienen una mirada muy cercana con su catálogo, un interés de que el sello represente una estética,no que sea una bolsa de gatos en la cual va todo. Es la ventaja de ser David frente a Goliat; una estructura pequeña es más maleable, más fácil de adaptar que en una estructura enorme, en la que trabajan cientos de personas, que tercerizan a cientos de personas, que imprimen miles de libros por mes. A las estructuras grandes les cuesta más adaptarse a la pandemia. Entre editores de editoriales pequeñas se conversa mejor. En una empresa vos rara vez hablás con la persona que toma las decisiones, entonces hablás con alguien que a su vez tiene que hablar con otra persona que a su vez tiene que hablar con otra, y cuando el mensaje llega se diluyó, llegó mal, a nadie le importa. En un contexto como este, en librerías como Céspedes, Mandrágora, Mendel, Musaraña, Notanpuan, todas las del circuito más literario independiente, la literatura gana.
Hay un punto en el cual vos tenés a alguien adelante que tiene ganas de leer un libro y tenés la posibilidad de ofrecerle el mejor libro que se pueda llevar. ¿Por qué vas a hacer lo contrario? Después tenés el lector que viene decidido, que dice yo quiero el último de tal, porque sigue a ese autor. También está bien. En el noventa porciento de los casos pasa que entra gente que pregunta y esa pregunta a uno le dispara: "¿tenés tal libro?", "sí, ¿y leíste a tal y tal otro?". El oficio del librero es un oficio curioso, si no tenés curiosidad, si no te sorprende, si no te da curiosidad cada vez que abrís las cajas cada mes, me animaría a decir no es para vos.
RG: Esto que decís de la curiosidad me lleva a pensar que el librero, y dentro también de todo el circuito independiente, puede ser escritor, puede ser lector, editor. Es el circuito de la venta de libros, de la escritura, de la edición independiente sobre todo lo que permite que un librero sea lector, sea escritor, sea editor. Esa cercanía también se manifiesta ahí. Y me hizo acordar a cuando decías "qué lindo cuando un lector se lleva Claus y Lucas" porque a mí me pasó lo mismo.
CF: Porque uno es lector decide trabajar en este rubro. El sábado Martín Kohan me decía "no vino la vida adelante, vino el Me acuerdo de Perec, y porque yo leí a Perec tuve ganas de escribir lo mismo". En el corazón somos todos lectores, y después nos vamos desarrollando hacia otros lugares. No hay que perder de vista igual algo que yo todavía no mencioné pero que doy por sentado que vos de esto tenés que hacer un negocio rentable, por lo tanto tenés que aprender un montón de cosas que no tienen que ver con los libros. Porque en una librería es un Excel atrás de otro: es un Excel con las novedades, es pasar los precios, es cambiar los precios, es contar los libros, es guardar los remitos, es seguir, hacer y comunicar los pagos, es pedir los libros que faltan.
Todos somos lectores, pienso en Godot y en sus caprichos. ¿Por qué Godot publica a Žižek? Porque a Malumián le encanta Žižek... Es el gustito que se da. Y también eso es lindo, los berretines que uno va teniendo, que yo voy teniendo como librera. Una vez Pato Zunini me dijo cuando recién había abierto: "es un poco caprichosa tu mirada". Y sí, lo es, porque es muy personal. Eso no significa que solo van a estar los libros que a mí me gustan, a mí hay un montón de cosas que no me gustan pero son innegablemente buena literatura. Es eso: todos somos lectores. El escritor escribe porque lee. El editor lee por definición, porque la lectura es lo que lo lleva a decidir qué es lo que va a editar y qué no, y el librero sí, el que vende libros no necesariamente. En las librerías que tienen empleados a vos te encanta que el empleado lea y que tenga un vínculo con la literatura. Quizás sería ideal que las grandes superficies hagan lo mismo con su personal, que los alienten a leer, a formarse. Yo creo que todo en realidad surge porque en un momento determinado de nuestra vida todos nos encontramos con un libro que nos dijo "este es tu destino, esto es lo que tenés que hacer". Y a partir de ahí fuimos eligiendo caminos. Yo hablo mucho con los chicos de Blatt & Ríos, hablo con Damián, y él esencialmente es un lector. Acá viene mucho Tabarovsky (N. de. T: editor de Mardulce) también. Antes era más difícill que los lectores conectaran entre sí, y ahora los booktubers que se postulan en principio como lectores, los instagrammers forman comunidades a partir de eso. Goodreads es eso, es una comunidad de lectores en donde la gente invierte tiempo en poner lo que leyó, ponerle una estrellita, escribir una reseña. Para los editores y para los lectores eso es un insumo alucinante, porque a mí me sirve mucho entender qué pasa con un libro que capaz no está en mi radar, empiezo a entender un público potencial.
Yo veo en el funcionamiento de MercadoLibre algo que trato de no alentar. Los libros que más me gustan y los libros que mejor vendemos nosotros ¿para qué los voy a tener ahí? Te das cuenta que es eso, es un click de distancia. Muchas veces tenemos la grata experiencia, y ahí está la clave de que para mí el algoritmo nunca va a reemplazar esto, que es que la persona que viene a buscar un libro que compró en MercadoLibre en un porcentaje notable dice "me quedo un ratito chusmeando". La ganancia es que la primera compra la hizo por MercadoLibre pero la segunda la viene a hacer acá. Tenés que estar ahí, y si no te apasiona lo suficiente, y si no te satisface lo suficiente... Acá en términos de satisfacción me refiero tanto a los más terrenales, que tiene que ver con el dinero, y a los más espirituales, que tiene que ver con el alma que se nutre de la lectura. Y cuando tenés gente a cargo intentás que todos estén lo más contentos posible en esos dos sentidos también: que estén conformes con el dinero que ganan trabajando acá y que tengan ganas de proponer cosas nuevas, mirar catálogos nuevos, y que puedan proyectar acá adentro.
RG: Ya que hablaste de Blatt & Ríos me acordé de una anécdota. Yo había ido a Blatt & Ríos a comprar y me atendió Mariano. Y me dice "mirá, este libro te va a gustar, te lo regalo". Yo no lo conocía a Mariano, él no me conocía a mí. En ese momento fue como "wau"... Pensaba: ¿de dónde surge este ida y vuelta de recomendarle a una persona que no conocés? Me parece que eso tiene que ver con esta cercanía que hablamos de soy editor, trabajo en una editorial pero también soy lector, me gusta recomendar.
CF: ¿Sabés qué es lo más lindo de eso que vos contás? Que es real. Es el lema de la FED: "si leés, hay un libro para vos". Las estrategias del marketing en los últimos años apostaron a impostar esa cercanía. Te dice Galperín el de MercadoLibre: "vení, vos sos emprendedor, queremos que ganes más con nosotros". Y después te rompen el orto con las comisiones, te bicicletean la guita. Cuando esa cercanía es real, tenés al editor que te dice "llevate este libro". ¿Por qué? Clásico: uno no es más rico ni más pobre por regalar un libro, pero ahí hay algo que él vio: vio una lectora, se acordaría los libros que te habías llevado la vez anterior, recordaría la conversación. La idea de que si a vos ese libro te gusta se lo vas a recomendar a cuanta persona hables y lo vas a regalar y eso va a circular. Si no hubiera circulación no habría literatura. La literatura surge en la circulación, en el primer hombre que se sentó alrededor de otros hombres y les contó una historia. Los editores quieren que sus libros sean leídos y sean comentados y circulen, y vivan. Hay algo ahí que es ese fino equilibro en donde vos estás midiendo la rentabilidad sin olvidarte de que la rentabilidad no tiene que ir en detrimento de lo que vos hacés. Entonces es muy evidente cuando esa cercanía es falsa, cuando es una estrategia de marketing. Es, hoy por hoy, una estrategia de marketing político también. Es lo que hemos visto en los últimos años en esas campañas que emergen de políticos que te dicen "yo soy una persona de a pie como vos". No, no sos lo mismo que yo, no pretendas eso, porque si asumís vas a tener una responsabilidad que yo no tengo. Hay algo que tiene que ver con cómo los vínculos y la intimidad se convirtieron en algo marketineable, y algo que vende, que convoca. A veces la publicidad es muy efectiva y muy buena. Mi casilla todos los días: "Ceci, tenemos una oferta imperdible para vos" ¿Qué me decís "Ceci"? Cosas que no tienen nada que ver... En muchas oportunidades esto entra muy profundo en cierta inconsciente colectivo. De hecho, la penetración que tuvo MercadoLibre y MercadoPago es síntoma de que eso funciona en un montón de aspectos, pero me parece que lo que nosotros valoramos es otra cosa, que no quita que no pensemos en lo comercial. Hay lógicas y lógicas de mercado, y lo bueno de este tipo de estructuras es que uno puede elegir. Y eso es de las cosas más valiosas que me han pasado también, la posibilidad de elegir y decidir esto no porque no tiene nada que ver conmigo. Todo tiene consecuencias, positivas y negativas.
RG: Y en esto que decís de no abandonar lo mercantil, que es obvio porque es un negocio, ¿pensás que hay una necesidad de buscar un estilo que te diferencie de otras librerías? Ya que también hay una explosión de librerías independientes, incluso virtuales.
CF: Lo curioso y lo lindo es que hay mercado para todas, y eso es algo también del aprendizaje que es ver al colega como colega y no como competidor. Por supuesto es distinto si alguien me abre una librería enfrente. Hay un capítulo de Curb Your Enthusiasm en el que Larry David abre un café que se llama como "el local de venganza" al lado del café del tipo que odia, y se lo hace a propósito solo porque lo odia y quiere que le vaya mal. Al premio de la librería del año fueron ciento veinte librerías las postuladas y quedaron doce como finalistas, todos proyectos increíbles, algunos más jóvenes, otros más viejos, porque ahí también veías la riqueza. Se había postulado Notanpuan que tiene cuarenta años y Hola de Tandil que tiene uno. El estilo de cada librería se lo da la impronta estética de cada uno, las decisiones estéticas que uno toma como librero, los gustos personales. Eso muchas veces radica en este error: mucha gente que te dice "yo quiero tener una librería porque me encanta leer". Primero tenés que ver si te encanta la atención al público también. Alguien puede enojarse y vos tenés que estar ahí atrás del mostrador tratando de buscar una solución al conflicto. Hay un montón de variables que hacen a la atención al público que no son propias de una librería y que tienen que ver con cualquier rubro que tenga que tenga un negocio a la calle. Yo cuando era docente decía "en el momento en que yo cierro la puerta del aula, el aula es mía", y acá es un poco esto. En el momento en que vos decidís armar un local el local es tuyo. No tenés todo en claro cuando lo armás, lo vas armando de a poquito, vas equivocándote, vas ganando experiencia, vas encontrándote a vos misma cambiando para ver qué pasa. Pero hay un momento en el que el modelo de negocio se te va de las manos también, el modelo de negocio de esta librería no es el mismo que el de la librería de veinte metros cuadrados que yo abrí en 2017. Yo tuve que profesionalizar un montón de aspectos y eso a veces te lleva a tomar decisiones que son un bajón. El otro día le decía a mi compañero esto: yo no puse una librería para ser jefa. Y de repente soy jefa, es inevitable. Todos derechos y obligaciones. ¿Eso significa que no podemos ir a tomar una cerveza, conversar? No, más bien todo lo contrario. Cuando un negocio se empieza a armar y empieza a crecer, la clave ahí es no perder de vista qué fue lo que te depositó en ese lugar en primer momento, la famosa "no te olvides del barrio".
Yo sigo sosteniendo algo, yo amo los libros. Yo me fui de la editorial en la que trabajaba porque en un momento me di cuenta de que trabajaba sin hacer nada que me apeteciera a mí realmente. Veo librerías que toman empleados, que me escriben preguntándome por algún currículum o alguien para recomendar, y digo "esto no es de Céspedes, esto está pasando”. Hay una suerte de nueva ola en un contexto difícil. Nunca se sabe qué va a pasar... Hay cincuenta porciento de pobres y nosotros vendemos libritos... Va a haber un momento en que nos vamos a tener que poner a pensar qué impacto queremos que tenga esta industria.
RG: Sobre todo en estos últimos tiempos que los libros son tan caros, mucha gente de alguna manera queda afuera, porque es inevitable. A mí me da mucha cosa porque la cultura tiene que ser para todos. Si lo pensás así es terrible, pero también a veces es algo que nos excede.
CF: Absolutamente. Las industrias más antiguas están empezando a pensar qué tipo de impacto quieren para con el planeta. Por ejemplo, ¿es necesario retractilar con este plástico cada libro de una tirada de veinte mil libros? Ni hablar con una cuestión vinculada también con lo social. En la FED este año organizamos la jornada de donación de sangre. El costo fue cero, fue tiempo. Tratamos de generar consciencia sobre algo que nos involucra a todos, que todos podemos llegar a necesitar en algún momento y que nadie tiene dentro de su radar. La industria tuvo muchos despidos en el período prepandemia, sobre todo las grandes editoriales, y desde lo pequeño estamos generando empleo. No vamos a terminar con la pobreza en la Argentina, pero hablo con editores que están buscando a alguien que trabaje en el depósito, hablo con libreros que están buscando a alguien que haga pequeñas jornadas con la librería.
Nosotros este año hemos procesado mes por medio listas de aumento de precios, y es demencial. La editorial me pasa la lista, es fijo por ley y lo vas a encontrar en todas las librerías al mismo precio. Aunque la medida nuestra es cuando vas a comprar pan o a la verdulería, esa también es un poco la medida y la conversación de ese que capaz se llevaba dos o tres libros por mes y ahora se lleva uno... Lo que vas viendo es cómo se va contrayendo ese puchito que a vos te queda para comprar libros, que es algo que nos pasa a todos.
RG: Te hago la última así no te saco más tiempo. Ya que hablabas de lo de prestar libros y demás, viste que ahora hay una discusión en torno a lo digital. A mí personalmente me cuesta mucho leer en digital, tengo el Kindle pero lo agarro muy cada tanto. Todo esto lo relaciono con lo que decías del valor simbólico del libro físico, de sentir el papel, la tinta, tiene otro peso. ¿Cómo pensás que puede expandirse o no el libro digital?
CF: Tenemos que distinguir dos cosas. Por un lado el libro digital en tanto ebook que circula dentro de las reglas y lógicas del mercado, que es en general un archivo que vale un cuarenta y cinco porciento menos que el libro físico y que vos comprás en cualquier tienda digital (Amazon, Google, Apple), ponés tu mail y llega a tu dispositivo. Cuando salió el ebook todo el mundo dijo "¡es la muerte del libro en papel!". Mentira, en Argentina representaba el uno punto cinco del mercado. Y nadie lee únicamente en un formato. El soporte resuelve, pero la experiencia no es la misma. El libro tiene presencia, y me parece que la presencia, en estos dos años, se borró por completo, literal. La señal del Kindle es que te va diciendo cuánto te falta para terminar el libro. Y a veces yo digo, "pero esto no es una carrera, dejame tranquila". ¿Por qué lo hace? Porque cuando vos estás con este libro (N. de T.: muestra un libro físico) y estás en esta parte, decís "me queda esto nada más", y a veces es un bajón y a veces no aguantás por terminarlo, y a veces lo racionás, a veces te lo devorás.
La discusión es que muy poca gente cree que dentro del ámbito cultural por lo menos argentino amerite pagar por un archivito. Lo que sí me parece un poco raro es que eso se envista en una lógica medio robinhoodeana. ¿Vos te querés descargar un PDF gratuito de eblibioteca.org, preguntarle al bot de Telegram? Está fenómeno, pero no me vengas con un discurso moral. Bajaste un libro por el cual nadie en toda la cadena del libro va a cobrar un peso: no va a cobrar el autor, el diseñador... Lo que se pierde a veces de vista es que hay un montón de gente involucrada en un libro: maquetadores, diseñadores, imprenteros, gente de prensa, de marketing, editores, distribuidores, gente de logística. Y un libro digital supone otras lógicas. Pero hay un montón de gente trabajando en ese libro. A mí lo que me parece es que si lo vas a hacer, ¿para qué vas a levantar una bandera de esto? No tiene demasiado sentido hacerlo, y sin embargo vivimos en una época en donde la rebeldía se volvió un poco tonta, la rebeldía es Milei. Hay algo medio de glotonería también: me lo bajo y lo guardo en el Kindle, algo que uno no hace con los libros físicos, uno mide muy bien sus consumos.
A la vez hay formas en las que eso circula, hay autores a los que no les importa, "mi libro está disponible para descargar acá, acá y acá". Me parece fenómeno, pero el año pasado a Gaby Cabezón la salieron a matar porque dijo que no quería que su libro circulara de esa manera. Entonces la trataron de mercenaria, pero es una escritora que hace su trabajo y quiere cobrar por el trabajo que hace, lo cual es válido. Y los otros son lectores que estaban leyendo un libro sin pagar, ¿es similar a un robo? No sé, pero sí tiene cierta lógica de que estás haciendo algo gratis cuando dentro del marco de la ley no podrías hacerlo tan gratuitamente, salvo que vayas a una biblioteca o lo pidas prestado. Incluso digitalmente hay bibliotecas. Tiene que ver con si en algún momento nos acostumbraremos a que pagar por un archivo es válido o no. Me parece que descargarte un PDF no es similar a pedir prestado un libro, vos estás agarrando algo que estaba ahí. ¿Hace muchísimo daño? Bueno, tiene un impacto. Después es una decisión, yo creo que compro los ebooks que leo porque entiendo cómo funciona la industria. En definitiva sí, no te estás choreando un camión blindado, pero me parece que tiene que ver con prestar atención a nuestra responsabilidad de consumo, valorar el trabajo ajeno, la circulación de los saberes.
Después volvemos a la discusión que decíamos antes, que la cultura tendría que ser de libre acceso. En un mundo tan desigual no pasa, hay algunos pocos privilegiados que sí y otros que no. Ahí la pregunta es otra: qué podemos hacer con los privilegios que tenemos. Es filosófica la pregunta, y en el medio armás cajas, perdiste un libro, te chorearon una pila de libros, y de repente en el medio de la mesa hay un hueco... Es mucho más violento cuando vos ves el hueco en la mesa y ves que alguien que en un momento que te descuidaste se metió diez Carrere en la mochila. Porque tiene cuerpo, porque es eso lo que lo vuelve mucho más violento y agresivo que si ves que diez personas se descargaron el PDF del bot de Telegram de Carrere. Los ebooks tienen menos cuerpo entonces se vive como menos violento. El que a mí me roba Carrere acá en la librería va y lo vende en su caseta de libros usados o lo mete en ese circuito... Puede ser también que use ese dinero para comprarse el almuerzo y pasar un día con la panza llena como puede que no, que simplemente lo haga porque es un mercado paralelo que todos sabemos que existe y con el que tenemos que convivir. Cuando abrís una librería sabés que tenés un porcentaje de libros que te van a chorear todo el mes. Con el PDF nadie está ni pensando en eso, nunca. De hecho, el día en que alguien en que alguien dijo "esto a mí me duele en el bolsillo porque soy autora" y todos le dijeron cualquier barbaridad. Para mí no tiene fin la discusión. Si alguien se va a chorear un libro porque realmente quiere leerlo, que me lo diga y le digo “llevalo”. Pero no es así, entonces acá dentro es la burbuja del mundo ideal, cuando vos abrís la puerta el mundo no es ideal, tratás de con tu lógica hacer tu trabajo y que tu trabajo tenga un impacto positivo.
GIROS
Giros nace a comienzos de 2021, cuando la primera etapa de una joven cuarentena ya había pasado y sólo quedaba la incertidumbre de ver el mundo desde nuestras pantallas, un mundo en el que todo tenía una fecha de vencimiento cada vez más corta. Con la convicción contraria de la inmediatez y a partir de las obras de artistas sin los contactos necesarios para participar en los grandes medios, Giros publica su primera edición en febrero de ese mismo año.
Fundada por Gonzalo Selva (estudiante de cine), a los pocos meses se incorporan al equipo Joaquín Montico Dipaul (oriundo de Ingeniero White) y Gala Semich Álvarez (Licenciada en Letras).
Después de un año y medio Giros construye una comunidad y brinda la posibilidad a escritores, periodistas, ilustradores, poetas, fotógrafos de publicar sus primeras (segundas, terceras y cuartas) obras.
Giros busca ser un espacio para todo aquel que tenga algo para decir o mostrar.
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