Lula quizás la pena
NARRATIVA
Ulises Rubinschik
12/12/20234 min read


Estábamos con Lula en Corrientes y Esmeralda y ella me lloriqueó por una urgencia de planillas de Excel.
Abracadabra: mi PH del obelisco apareció ordenado, hasta los soretes del gatito tuerto recogidos de su caja.
No sé, de golpe, Lula dibujándose mi amor, o si mera melodía fantasiosa.
Le hice un licuado de banana un poco por bebida favorita y otro poco porque estaban tan maduras que –casi- se pudrían.
Después me puse con los excels que tanto…
***
Mate más licuado pedo asegurado, por lo que corrí arrastrándome al toilette de hombres y mujeres (era mi hogar) y me pasé un buen rato entre el cuerpo destruido y la búsqueda y lectura de revistas culturales del revistero del baño.
Salí y Lula me esperaba en el somier semidesnuda (encaje rojo etcétera) como para coger, pero con otro.
Toqué su clítoris de modo terco, como un encargado de edificio que no deja de (y no logra) lustrar el portero eléctrico, como incisivo en la limpieza de uno de los timbres cobrizos.
Además de ser tu jefa, te amo, dijo Lula, y yo si no le creí del todo fue porque…
***
La calle estaba linda. La droga, adulterada (pero no fui a buscar). Por lo que seguí caminando, una vez ida Lula en su viejo Gol que andaba flojo.
Hice unas cuadras a pata hasta tomar el 106 mágico que me llevó tan cerca del retiro para siempre.
Al bajar vi un cartel neón horrible y dije Entro. Pedí pollo con arroz en el restorán peruano del barrio precario y recordé una vez de huancaína putrefacta con mi amiga C. Esta vez, comí bien (¿demasiado?) y me asqueé de chicha (porque odio el clavo de olor – también el palo santo: ¡Corrientes y Montevideo!, ¡fa!, ¡siempre se huele!).
Mi billetera estaba muy vacía o bastante porque todo había sido destinado al cortejo (¡¿“cortejo”?!) de Lula días atrás. Completo: cine, bar, telo y etcétera. Y se me dio por invitarla…
***
Entonces le dije (al mozo), le expliqué; y él: Espero que esta Lula… no se haya…
No, corté al mozo, o sí… Quizás valga la pena, pero creo que me abandonó O la abandoné O nos abandonamos para siempre.
OK del mozo, y me arrojó guantes de goma rancios. Entendí la invitación al vil lugar común que, en verdad, yo no sabía que existiera: lavar copas para no pagar; aunque copas no había.
Platitos, vasitos, cubiertitos.
Al final, como lavé de más, me invitaron una torta de tres leches y acepté. Pedí café y, como eso no me lo invitaron, una vez terminado, volví al ruedo de lavacopas extrañando el poco tiempo vivido cerca del cuerpito blanquisuave de Lula. Ida.
Para no ponerme –al cuete- nostálgico, cambié el chip; para evitar los rasgos chotos de la noche (ya había anochecido…).
***
Salí y vi una rata enorme por el pastizal vagando a la estación; la seguí. No al pie de la letra, sino su tendiente dirección, su rosa de los vientos.
No había pasajes para donde hubiera querido partir, y había, sí o sí, a lugares donde nunca hubiera dicho que iría. Pero saqué pasaje a esa ciudad…
***
Al llegar, después del viaje junto a una francesa con un parche, vi los cerros más allá.
Y ahí fui.
***
Más allá ya era acá y, autorizado por las normas vigentes del municipio, me metí en el bosque.
Entre flora achaparrada, turistas fofos y una amenaza de nostalgia de refilón, logré hacer cumbre.
Los suecos me aplaudieron, dándome a entender la dificultad intermedia tirando a alta de esa caminata.
Como era ese país, se le decía “trilha” y, al bajar, en vez de un matecito, tomé un suco. Y así todo: placer distinto pero el mismo.
Prazer.
O mismo.
Un sueco del grupo ese me miró lascivo en la bajada y yo me dije ¿Por qué no?
Cuando se acercó con la impunidad del gringo turisdólar susurrele: Billetera mata galán y, zás, se enamoró.
Pasé unos días de buenísimos desayunos continentales, whiskys y billar con el sueco y su familia.
De noche, hacíamos “el amor”; de día, excursiones.
Pero a las semanas se volvió a Estocolmo a empezar un máster. Mejor: yo aproveché y saqué pasaje baratín y me volví a…
***
De nuevo en el PH, que era como otro, el gato estaba increíblemente sano, feliz. Pero, a esta altura, poco felino.
Creo que se había humanizado: me pareció verlo pasando hilo dental por sus encías ¿era todo resabio de maconha?
Lula me había dejado una nota -algo anacrónica- bajo la puerta diciendo…
***
A lo que pensé en responderle (¿cómo, si ya no estaba?) que…
***
Me pareció mejor dejar pasar unas semanas que, aunque fueran como cangrejo carioca (en reversa), servirían.
Pero con Lula nada de distancia parecía servir. Lo servido era la tensión. Tensión en bandeja (como de juego de vajilla de ancestros inmigrantes que tenían, además de las bandejas y vajillas, un samovar, apellidos poco pronunciables y modificados en el puerto e ínfulas de superación intergeneracional).
Entonces, para aliviar tensiones, intenté abandonarme al compromiso del recuerdo de haberla, haberme, habernos abandonado.
Por fin algo descansado, me senté frente a la pantalla a revisar las planillas de Excel. Si bien nunca pasaría nada más, a pesar del abandono, Lula seguía siendo mi jefa, y yo debía subsistir de algún modo más menos… así… en esos tiempos…
***
Pero, un rato más tarde, un corte de luz generalizado en la ciudad y más allá quemó absolutamente mi computadora y me convenció de (o me obligó a) abandonar las planillas de Excel y a la horroermosa voz de Lula, si no para siempre, por un buen tiempo, al menos.
GIROS
Giros nace a comienzos de 2021, cuando la primera etapa de una joven cuarentena ya había pasado y sólo quedaba la incertidumbre de ver el mundo desde nuestras pantallas, un mundo en el que todo tenía una fecha de vencimiento cada vez más corta. Con la convicción contraria de la inmediatez y a partir de las obras de artistas sin los contactos necesarios para participar en los grandes medios, Giros publica su primera edición en febrero de ese mismo año.
Fundada por Gonzalo Selva (estudiante de cine), a los pocos meses se incorporan al equipo Joaquín Montico Dipaul (oriundo de Ingeniero White) y Gala Semich Álvarez (Licenciada en Letras).
Después de un año y medio Giros construye una comunidad y brinda la posibilidad a escritores, periodistas, ilustradores, poetas, fotógrafos de publicar sus primeras (segundas, terceras y cuartas) obras.
Giros busca ser un espacio para todo aquel que tenga algo para decir o mostrar.
El anacronismo nos convoca; el último tuit del influencer nos repele.
Seguinos en nuestro Instagram
© 2025. Todos los derechos reservados.