Nueve (9) comentarios y generalizaciones sobre tangos y boleros
ENSAYO
María Eugenia Pérez Concetti
12/22/20217 min read


“Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave”.
César Vallejo
En el tango hay enojo, furia, desesperación. Se soporta menos la pérdida, el rechazo. Mientras que, en el bolero, más bien, reina cierta alegría pese al dolor de la pérdida, pese al desamor; como si se recordara con cariño a aquel que se ama, o que ya no se puede amar. Hay menos desesperanza y más comprensión que en el tango. Quizás es por esto que, en el bolero, se invoca ampliamente a Dios, a la religión. Se respira cierta confianza en el futuro, en lo que vendrá. Algo así: Si morimos, nos veremos allá arriba. Nuestro amor seguirá aún en la eternidad. Se recurre a Dios, entonces, como una salvación; subterfugio para lo inevitable, para lo que ya no tiene vuelta atrás, pero quizás, el tiempo, y Dios, dirán. Para ejemplificar: “Espérame en el cielo”.
Si bien es cierto que en el tango también se invoca a Dios, ocurre en menor cantidad y con un sentido notablemente distinto. Se lo hace intervenir en carácter de protesta, para encontrar una explicación a la desdicha, para insultar, para hacerlo responsable de los hechos desafortunados que le ocurren al que canta. Y está claro que en el tango el amor puede ser pensando como un infortunio. Como en “Malevaje”: “Decí, por Dios, qué me has dado, que estoy tan cambiado, no sé más quién soy”. Mientras que en el bolero Perfidia, por ejemplo, se implora la mediación de Dios para que éste le explique a quien ama, que lo/la ama en serio. Es tan fuerte la creencia en su amor, que hasta sabe que Dios lo podría atestiguar. “Mujer, si puedes tu con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar”. Si de algo se está seguro en el bolero es del amor que se siente: inquebrantable. O, en “Nuestro juramento”: “Hemos jurado amarnos hasta la muerte. Y si los muertos aman, después de muertos, amarnos más”.
“Se abre el cuerpo
como una flor fresca.
Te lo entrego otra vez.
Yo no aprendí nada de la vida”.
Osvaldo Bossi
El bolero es más suave, más atenuado, más degradado; el que canta se sabe entregado, y actúa, canta, como-si ya no tuviera nada que perder, ni nada que ocultar. En “Cien años”: “Me duele hasta la vida saber que me olvidaste. Pensar que ni desprecios merezca yo de ti”.
En el tango el cantor se humilla y se des-humilla, no quiere estar mucho tiempo en ninguno de los dos extremos, pero no puede parar de ir y venir. Se delata y luego se esconde. Esa tensión es la que caracteriza al tango. El tanguero canta “Qué falta que me hacés” porque sabe que después puede cantar “Qué me van a hablar de amor”, y es así como lleva a cabo su defensa.
“Mi amor por vos es único
Pero no es mi único amor”.
Attaque 77
El bolero es monotemático: sólo se habla del objeto de amor. Que lo justifique “Piel Canela”: “Que se quede el infinito sin estrellas. O que pierda el ancho mar su inmensidad, pero el negro de tus ojos que no muera” … “Me importas tú. Y tú y tú. Y solamente tú. Y tú y tú…”.
Mientras que en el tango se aman muchas cosas en simultáneo: a la vieja, al barrio, a los amigos, al cabaret, a sí mismo, y a aquel otro. ¿Se aman muchas cosas paro no amar ninguna? Podría ser una opción, aunque es cierto que el tango se debe a todo eso, por lo que sería injusto despojarlo de todas las cosas circundantes al objeto de amor; aunque también es real que hay una imagen de dureza que sostener. Que nadie vaya a pensar que le importa tanto ese otro tipo de amor que no tiene que ver ni con el barrio ni con los amigos. De hecho, los tangos más sensibles o, mejor dicho, la mayoría de los tangos explícitamente sensibles, son los que homenajean a otras cosas y no a personas. Ejemplos de estos son varios de los que forman parte del repertorio goyenecheano, tales como: “Una emoción”, “Cafetín de Buenos Aires”, “Tinta roja”, “Melodía de arrabal”, entre otros.
“¿Dónde el sueño cumplido
y dónde el loco amor
que todos
o que algunos
siempre
tras la serena máscara
pedimos de rodillas?
Idea Vilariño
El bolero explicita lo que el tango, fallidamente, quiere ocultar. Al bolero le tiene sin cuidado figurarse de un modo: Estoy destruido, no puedo más de dolor. Que lo justifique “Por qué no he de llorar” con su: “¿Por qué no he de llorar, si lo que más quería, que fue mi noche y día, se acaba de marchar?”. Mientras que distinto es en el tango, en donde su gracia radica en hacer como-si no importara tanto lo que en verdad importa; me importa poco, pero – qué paradoja- igual le canto: porque la quise, porque la odio, porque, inconcebiblemente, me ha hecho un daño. Como si se sufriera más por cierto empobrecimiento de su ser, de su imagen, que por la ausencia de aquel a quien le canta. “Yo quisiera verte un día, y tan sólo demostrarte cómo vivo desde entonces: sin consuelo y sin amor” en “Qué solo estoy”.
“Víctima de soledad
Víctima de un mal extraño
Mi corazón se ha partido en dos
¿Quién te ha visto y quién te ve?
Quien te ama te hace daño”.
Charly García
¿Qué sujeto?
En el tango la victimización es, para los oyentes, ridícula, soberbia; no cae nada bien. Mientras que, en el bolero, el sujeto que canta se presenta más sensibilizado, sufre genuinamente, amablemente, ante los ojos de los demás. Sufre, pero comprende; habita la ausencia cantando. Suscita en los oyentes ganas de darle una cariñosa palmada en el hombro, de decirle que todo estará bien. Es una buena víctima. Mientras que el tanguero, al contrario, es una mala victima: se merece lo malo que le pasa.
“Vendrá la muerte
y tendrá tus ojos”.
Cesare Pavese
En el bolero el tono, el sentimiento, es constante; es eterno. El cantante es uno con el dolor, y la fórmula amorosa es 1 + 1= 1. En “El reloj”: “Ella es la estrella que alumbra mi ser. Yo sin su amor no soy nada”. En el tango se fluctúa más, se pasa por muchas emociones; hay cierta discontinuidad (diría Roland Barthes) en el modo de procesar la pérdida, de hacer el duelo. Se ama, se odia, se ríe y se llora; se lamenta y se regocija. Y el otro siempre es otro; la formula amorosa es 1 + 1 = 2. Lo vemos en “Qué falta que me hacés”: “Y entonces, si te encuentro, seremos nuevamente, desesperadamente: los dos para los dos”.
En el tango se ama y se sufre un ratito; en el bolero, se sufre y se ama hasta en la muerte.
“El alcohol desembriaga.
Yo bebo unos sorbitos de coñac
Y me olvido de ti”.
Marguerite Yourcenar
En el tango se bebe para olvidar. “La curda que, al final, termina la función: corriéndole un telón al corazón” escuchamos en “La última curda” Mientras que en el bolero es el mismo amor la droga; es lo que lo intoxica. En “La copa rota”: “Mozo, sírvame la copa rota, quiero sangrar gota a gota, el veneno de su amor”.
“Diviértete, vuela muy lejos
Que si llegamos a viejos y nos vemos
Te diré «te odio» después de aspirar tu pelo”.
Canserbero
En el tango, al otro, en general, se lo ridiculiza; se lo desprecia. Ejemplo: “Mano a mano”. “Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones” … “Mientras tanto, que tus triunfos, pobres triunfos pasajeros. Sean una larga fila de riquezas y placer” … “Y, mañana, cuando seas descolado mueble viejo y no tengas esperanza en el pobre corazón…”
El bolero es menos hiriente; menos rencoroso -y por esto, también, menos gracioso-. Enfrentaría a “Mano a mano” con “Historia de un amor”, probablemente el bolero por antonomasia. “Es la historia de un amor como no hay otra igual” / “Sin tu amor no viviré”. Un detalle a destacar: en este bolero se hace intervenir a Dios como señalaba que se lo hace aparecer en Malevaje: se lo culpa de ser quien ha decidido que se enamore. “Porque Dios me hizo quererte para hacerme sufrir más”. Si bien es muy similar, hay algo en el tono que lo hace diferente en uno y en otro. El tango no soporta y se defiende; el bolero acepta, resignado, y busca en Dios un cómplice.
“Te amo
Pero, porque inexplicablemente,
Amo en ti algo
Más que tu –el objeto a minúscula-
Te mutilo”.
Jacques Lacan
¿Qué se ama del otro en el tango? ¿Qué se ama del otro en el bolero? Sólo en este último se puede llegar a algunas aproximaciones: “Aquellos ojos verdes”, “la piel canela”, “tus ojos, tus cabellos, tu rítmico andar”. Se puede puntualizar, extraer, “eso” del otro: lo que queda cuando todo se termina, lo que se recuerda, lo que se extraña. En el tango, en cambio, en lugar de recordar al otro en el detalle, pareciera que se lo recuerda rechazándolo, y en su totalidad. Se lo llama por el nombre: Grisel, Margot, Madame Ivonne, María. No hay especificación-especificidad y tampoco singularidad: es como si todas las mujeres fueran la misma, todas son Griseta, Margot, Madame Ivonne y María. Se las rechaza por completo; no se habla de lo que le han dejado; se recuerdan sus defectos, se exponen sus debilidades. “Si hasta el nombre te has cambiado como cambiaste de suerte. Ya no sos mi Margarita... ¡ahora te llaman Margot!”.
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