Reminiscencia doble

Generalmente decimos que las expresiones artísticas nos hacen acordar a sensaciones, anécdotas, momentos específicos. Los recitales, por ejemplo. Ir a ver un músico en vivo suele retrotraernos a un momento muy particular que puede venir acompañado con otras cosas que hayamos sentido, visto, también recordado en el momento. Es como una reminiscencia doble.

ENSAYO

5/22/20218 min read

Por: Gala Semich Álvarez

Libros, cine, música, fútbol.

Generalmente decimos que las expresiones artísticas nos hacen acordar a sensaciones, anécdotas, momentos específicos. Los recitales, por ejemplo. Ir a ver un músico en vivo suele retrotraernos a un momento muy particular que puede venir acompañado con otras cosas que hayamos sentido, visto, también recordado en el momento. Es como una reminiscencia doble. A mí, todas las canciones de Sigrid me remiten directamente a lugares precisos. Intersecciones de calles, estaciones de tren, semáforos, la Biblioteca Nacional. Lo curioso es que no conllevan ningún momento en particular, nada especial. Es solo el lugar. Para comprobarlo, hice una lista con los dos EPs que sacó en 2017 y 2018, y su álbum debut del 2019; a cada canción le adjudiqué un lugar, ese que automáticamente me aparecía en la mente cuando pensaba en esa canción. Ni siquiera era necesario que la escuchara: ver el nombre ya me dictaba una intersección de calles, como si se tratara de un sistema algorítmico de input-output. Ingreso High Five, obtengo Corrientes y Gallo; ingreso In Vain, obtengo Uriburu y Tucumán; ingreso Sucker Punch, obtengo Yrigoyen y La Plata; ingreso Raw, obtengo Puan y Falcón. Y así con todas.

Hay algo de la espacialidad muy fuerte, algo que no parece casual, sino algo más bien sistemático. Al principio lo pensaba como algo curioso, que quizás forzaba inconscientemente para completar cada canción con un lugar asociado, como un juego, un rompecabezas, pero después entendí que el efecto de espacialidad que (me) genera la música de Sigrid forma parte también de su misma concepción. En la música de Sigrid, el efecto de espacialidad es una consecuencia de un movimiento, no solo espacial sino también temporal. Por lo que ha dicho repetidas veces al respecto, no parece ser algo consciente, pero es evidente que trae a la actualidad los sonidos característicos del pop de los 80 y los 90. Y el movimiento es doble, porque traslada del género desde Estados Unidos y Gran Bretaña a Noruega. Dentro de la movida que últimamente se está gestando en los países nórdicos, donde el pop y la electrónica son los géneros que destacan, Sigrid es la que reivindica el pop como género más amplio, como dijo en una entrevista hace unos años. El pop le permite un movimiento pop dentro del género mismo. El gesto pop está en descontextualizar los rasgos del género que lleva a su música: traer algo de hace cuarenta años e instalarlo en un tiempo y un espacio diferentes. Algo de las líneas rectas de los muebles estilo nórdico parece reproducirse en su música: todas las canciones son ejemplos perfectos del pop más clásico y genérico. En otro registro y en otro ámbito, este movimiento parece tener alguna relación con lo que hacen escritores como Liu Cixin con la ciencia ficción; en un momento en que parece que la ciencia ficción dura desapareció, que se eligen otras formas más “nuevas”, Liu Cixin vuelve a la primera ciencia ficción, la clásica, la de las innovaciones tecnológicas y los viajes espaciales, los extraterrestres y las máquinas del tiempo. Sigrid hace un movimiento parecido: vuelve a los orígenes del pop, descontextualizándolos inevitablemente.

Es probable que una de las figuras nuevas más importante e influyente del pop de la actualidad sea la de Billie Eilish (que igual hace un pop mucho más alternativo, mezclado con otros ritmos urbanos y una estética personal muy particular). No parece una chica pop. No es Dua Lipa, no es Britney. No hay nada que compartan como para compararlas, absolutamente nada, aunque las dos hagan pop, pero Sigrid parece hacer todo lo posible para ser normal. O, mejor dicho, no hace nada para serlo, porque lo es sin buscarlo. Para todos los conciertos usa jeans y remeras básicas, zapatillas, algún brillo alguna vez (para alguna ocasión especial, como cuando ganó un premio del artista del año en Noruega). Justamente, en un momento en donde quizás lo que se buscan son formas nuevas, lo que a ella la hace destacar no es la ropa, no es un pelo de color, no son videos con mucha producción, no es una estética pretendidamente oscura, sino, al contrario, rescatar esas formas viejas, genéricas, que con escucharlas nos hacen retroceder treinta o cuarenta años en el tiempo, rescatarlas y traerlas a la actualidad, hacerlas funcionar, en un principio, en un lugar distinto, muy distinto.

Sus primeras canciones eran mucho menos personales. No alcanzaban el estilo de su último disco, aunque ya en el EP de 2018 se veía cierta línea que puede pensarse ahora, teniendo en cuando los tres discos, como una transición a Sucker Punch, en 2019, en donde se consolida su estilo. Las primeras canciones (más que nada, Fake Friends y Plot Twist) son más genéricas, en el sentido de que no tienen la variedad de recursos que aparecen en Sucker Punch; apuestan más a la producción y a los arreglos en la voz, sobre todo en Plot Twist (acá la voz tiene una distorsión que no suele aparecer en otras canciones), pero también el estribillo de Fake Friends es muy de música electrónica más bien mainstream. Sí, claro que son divertidísimas, bailables y ruidosas, pero es otra cosa muy diferente a lo que vino a hacer después.

En su segundo EP empieza a verse algo diferente, que aparece como una mezcla entre las primeras canciones en las que no arriesgaba casi nada, y las del último disco, en las que si bien sigue sin arriesgar mucho (cosa que no es en absoluto negativa, sino una búsqueda estética, una búsqueda de unidad), sí es evidente un intento de consolidad un estilo más propio. La canción más alejada del disco, la más minimalista, pero la que más adelanta ese cambio es Raw. En consonancia con el título y el contenido de la letra, en este tema hay mucha menos producción que en otras como Schedules o High Five, y se escucha mucho más su voz sin tantos arreglos. No es casual que un tiempo después haya filmado para VEVO una versión completamente a capela y en vivo de Raw, aunque después, solo para el video, se le haya agregado la producción de la versión de estudio.

Sigrid dijo, muchas veces, que no entiende por qué se subestima el género, cuando el pop es probablemente el género más amplio, el que más posibilidades habilita. Eso se ve en la evolución de sus discos, aunque a primera vista parece que todos forman parte de lo mismo. En cierto sentido sí, porque todas son canciones suyas, pero el cambio es bastante evidente después de escuchar todo tantas veces, ya con un sentido más atento, con la intención de confirmar ese cambio, de ver esas formas en las que ese cambio se presenta.

“Tiene que funcionar en el piano”, dijo Sigrid en alguna de todas las entrevistas que dio. A partir de esa declaración, no sorprende para nada que las versiones acústicas, con piano o guitarra, sean siempre igual (o mejores, muchas veces, me atrevo ahora a decir siempre) que las de estudio, con toda la producción y los efectos que a Sigrid tanto le gustan; porque ella combina las dos cosas: el gusto por una muy buena producción, a veces más grandilocuente, a veces más minimalista, cuidada y protagonista (en canciones como Sucker Punch, Never Mine, Don’t Feel Like Crying o Sight Of You), y el hecho de ser consciente de que la música debe funcionar en todas sus formas, con la ayuda de la tecnología y los sonidos artificiales, y sin ella, interpretada solo por músicos reales. Esa dualidad, esa combinación, es la que representa el estilo de Sigrid: una vuelta al pasado del género, articulada con el minimalismo de una canción en su forma acústica, y no solo el no rechazo sino una elección deliberada por una buena producción, protagonista.

En este sentido, en el disco Sucker Punch hay algunas canciones que representan mejor que otras esa mezcla de intenciones y elecciones. Level Up es la más corta del disco: dura poco más de dos minutos y es pura melodía. Sí tiene producción, pero lo que destaca es la voz y el arpegio de la guitarra. En Basic, la forma es de la producción, pero llegando al final elige incluir una parte de lo que parece ser una primera versión antes de pasar por el estudio y los recursos de cualquier DAW. De nuevo: no es casualidad que estas dos canciones tengan sus respectivas versiones acústicas oficiales, que son incluso mejores que las del disco. Otras canciones en las que lo que sobresale es la producción son las que más retoman el pop old school: Don’t Feel Like Crying, Never Mine, Mine Right Now. Otras parecen haber sido sacadas del soundtrack de una película de animación, una coming of age o un videojuego: Sight Of You y Sucker Punch. El tema más raro, menos prolijo del disco es Business Dinners, que combina sonidos de otros géneros, alejados del tono general del conjunto.

La canción más representativa del estilo de Sigrid es, sin ninguna duda, In Vain. Básicamente, porque combina todas las cosas que componen su forma musical. In Vain está dividida en dos partes muy marcadas. La primera, que dura hasta los dos minutos y medio de los cuatro que forman la canción, es casi acústica: se escuchan solo la guitarra y la voz, con el rasp que la caracteriza en primer plano. Una producción demasiado invasiva habría eliminado, muy fácilmente, ese rasgo tan característico que tiene su voz, que hasta para alguien podría pasar como una imperfección o algo a ocultar con los recursos de la producción. No es común escuchar voces rasposas en el pop, y menos en un pop como el que hace Sigrid. Pero no es así: esas “imperfecciones” en su voz quedan ahí, permanecen sin ninguna modificación, porque son parte de su estilo vocal. Hay muchísima emotividad en In Vain; la voz de Sigrid parece a punto de partirse en cualquier momento, pero aguanta, mantiene la entereza, como si estuviera esperando el cambio, la transición. La segunda parte representa cómo una buena producción puede encajar perfectamente con una primera parte casi exclusivamente acústica, mucho más emocional, casi hasta frágil que la segunda, más arriba, más pop y hasta más agresiva que esos dos primeros minutos y medio. Si seguimos la letra, y el cambio en la composición del tema, la segunda parte aparece entonces como una reacción a la primera, una reacción en todo sentido.

Lo que hace que Sigrid destaque por sobre otras artistas pop del momento es, primero, su identificación con las primeras formas del género, las originales, las que le dieron los rasgos para ser uno de los géneros más populares (si no el más popular de toda la música, en términos globales, pega en el palo, pero estoy segura de que entra al arco). Sigrid se divierte, ama el pop, ama la música que hace, ama que el pop sea un género divertido, pegadizo, incluso a veces superficial. Se divierte en cada presentación y eso se nota, se contagia. Sigrid adopta todo eso, todos los rasgos del pop, los hace propios, para conseguir un estilo muy suyo: un estilo que basa su esencia en un efecto de espacialidad-temporal, un movimiento pop dentro del pop mismo.